Párate un momento. Piensa en algo que te ponga muy contento.
Te ayudo, por ejemplo: !!! Acaba de tocarte el gordo de Navidad !!! (quien no se ha auto-estimulado así mas de una vez ¿verdad?)
Ponte en situación. Nota la emoción. La sensación feliz. Deja que tu instinto actúe y dime ¿que te apetece hacer?
Es muy probable que en tu lista haya alguna de estas cosas (o parecidas):
– Llamar a mi familia
– Comprar regalos a mis hijos
– ayudar a mi hermano a pagar su hipoteca
– Celebrar una fiesta.
– Proyectar un viaje
– Invitar a mis amigos
La alegría nos impulsa a tener vida social. La necesitamos para relacionarnos y para compartir. (Si estamos de mal humor, no damos ni los buenos días). En nuestro punto más animal y primitivo, este estado emocional nos permite conocer otros individuos y procrear.
Un niño alegre y feliz es un niño comunicativo y sociable y nuestra sabiduría maternal nos dice que en ello va incluida su supervivencia. Este es uno de los motivos de peso por el cual todas la mamás tenemos cierta obsesión con procurar que nuestros hijos siempre estén contentos.
Las emociones son siempre útiles (ver TRISTEZA, ver MIEDO) pero sin el frío no existe el calor.
Eso significa que debemos conocerlas , entenderlas y aprender a gestionarlas TODAS (y nuestros hijos también). No solo las placenteras (inteligencia emocional).
Así es como lograremos acercarnos al equilibrio.
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Totalmente de acuerdo contigo pero a estas alturas todavía no sé si sé gestionarlas yo, así que cómo voy a enseñarles a ellos?
Te seguiré leyendo, me tienes enganchada.
Ana.
Poco a poco vamos aprendiendo todos. Hasta ahora no nos habíamos detenido en tener en cuenta nuestras emociones así que todos somos inexpertos con la suerte de tener enfrente un universo entero de nuevas posibilidades y esto es !! fantástico !!