NO nacemos con el instinto de cuidar de nuestros hijos, lo aprendemos.
¿Ves? en eso somos semejantes a algunos de nuestros parientes lejanos, los orangutanes ( *adjunto un caso concreto para los curiosos que quieran investigar, pero !! hay más !!)
Entonces, ¿somos una raza inútil? ¿No tenemos instinto de supervivencia?
!Siii! Si que lo tenemos.
El verdadero instinto de supervivencia de nuestra especie recae en la sociabilidad. Somos un animal SOCIAL. » Continuar leyendo «
No sé cuando empecé a deshojar margaritas. De niña, supongo.
Debió ser a partir del instante en que tuve la certeza de que debía encontrar “el amor de mi vida” para ser feliz para siempre. Esta era la misión, pues.
Crecí, como mis amigas, entre cientos de “me quiere/no me quiere”. Montones de margaritas calvas y de pétalos al viento. Aiiiiiishhh.
Así fue hasta que un día, por casualidad, me equivoqué en el verbo. O quizás no, quizás no me equivoqué, quizás acerté. Y entonces le pregunté a la inocente florecita: ¿Me quiero o no me quiero? Y lo supe.
El único camino a la felicidad es el amor propio.
Nadie puede, ni debería poder, quererte más que TU misma.
A grosso modo, fue diagnosticado para definir el extraño comportamiento de apego que sienten algunos rehenes hacia su secuestrador pero para mí no solo se limita a casos de retención contra voluntad es, además, aplicable en muchos casos relacionados con la maternidad. En mujeres, en mayor medida y por lo que conozco.
En general, recién damos a luz, todo lo que tiene que ver con el niño nos parece delegable y compartible (primeros meses) pero poco a poco somos nosotras mismas las que nos sometemos a un secuestro voluntario creyéndonos imprescindibles. (Solamente yo podía dar el biberón a mis bebés porque solamente yo conocía la inclinación exacta para evitar los gases). » Continuar leyendo «
La más dolorosa y comuna de las emociones que sufrimos en exceso y también la que interpretamos con menos acierto. (Ver otras emociones: tristeza)
Y eso que sin ella no sobreviviríamos ni un solo día; incluso para bajar escaleras necesitamos tener un poco de miedo. La cosa más absurda e insignificante nos mataría sin esta emoción. » Continuar leyendo «
Si no lo sabes de entrada, es probable que desconozcas el origen de algunas de tus tristezas. (¿Qué me pasa?)
Empeñarse a justificarlas, a justificar la tristeza desconocida porque no saberlo nos hace anormales, nos perjudica. (Como no lo sé, me miento y me lo creo.)
A veces (a menudo) no sólo no encontramos el origen de lo que nos ha llevado a estar así sino que ni siquiera sabemos que lo estamos. (¿Yo estoy triste? ¿Ah si? ¿Y cómo lo sé?) » Continuar leyendo «
Tengo 42 años y me jacto de haber sido capaz de superar ya 3 adolescencias. ¿Habrá más? Miedo me da. 🙂
La última rondó mis 40, la penúltima los quince y la primera no la recuerdo pero fue, casi seguro, sobre los 3 añitos.
No sé muy bien porqué nos convertimos en adolescentes de repente lo que si sé es que es común (no sólo me ha pasado a mi) y los síntomas son muy parecidos por no decir que casi exactos en las diferentes etapas. » Continuar leyendo «
Al espejo hay que plantarle cara a menudo. Con afecto y seguridad.
A partir de los seis meses un bebé ya puede saber que lo que hay al otro lado es más que un amigo; es él: El recipiente que lo contiene. La imagen de uno mismo en el mundo.
Con sus perfectas imperfecciones que tendremos que conseguir a amar porque nos definen y necesitamos que nos definan bien. » Continuar leyendo «