El despertador nos arranca cada mañana de los brazos de Morfeo pero no todos le hacemos el mismo caso: Mi madre abre los ojos con el cleck del interruptor que precede cling que hará el Riiiiiing y en cambio mi hijo mayor necesitaría amplificadores de discoteca y aún así…
Yo, en cambio, soy una apasionada de los 5 minutos más. Algún día, confieso, he sido capaz de ponerlo una hora antes con tal de tener 12 aplazamientos. Mi hermana dice que eso es una tortura. Para ella no hay más: suena, lo para y se levanta. Fin.
Cuando sacamos a nuestros hijos de sus estados placenteros (juegos, relaciones sociales, …) nos convertimos en despertadores gigantes
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