Un Coticab es un monocular largo y delgado como un lápiz que mete en la oreja y sirve para leer los pensamientos.
Mi abuela Teresa tenía uno y no se separaba nunca de él. Se lo descubrí a contraluz, en la cocina, mientras le bailaba dentro del bolsillo derecho. (Ummhh, quizás era el izquierdo.)
La abuela era medio bruja, que se lo pregunten sino a los de su pueblo, Copons.
Medio, tan sólo. La otra mitad se servía de instrumentos como estos. Tenía un baúl lleno, arriba en el desván. Cerrado con siete cerraduras, de siete llaves: Una, dos tres, cuatro, cinco, seis y siete. Distintas. » Continuar leyendo «
(a partir de 8 años aprox. )
El abrigo de ciento siete bolsillos siempre había estado colgado allí y no recuerdo nunca habérselo visto puesto.
Cuatro plumas verdes y azules en el cuello, veintidós botones de tres colores y treinta ojales.
Yacía blando y bien dormido detrás de la destartalada puerta de la entrada y sólo se movía aburrido si se colaba una ráfaga de viento en medio de los listones. Listones remendados muchas veces desde hace más de mil años. Un clavo encima del otro.
La casa era tan vieja, tanto, que si se cerraba de golpe, temblaban los cimientos, la chimenea tosía y el tejado se sacudía dejando caer la nieve. Aunque no era tan frágil como parecía. » Continuar leyendo «