Estoy bien creída de que si vamos a dormir cada noche es para recordarnos, al despertar, que la vida requiere (yendo todo bien) un mínimo de esfuerzo. El esfuerzo de levantarnos. Pequeño comparado con según qué, pero biológicamente imprescindible.
Si pudiéramos o si supiéramos cómo, también nos lo ahorraríamos.
Evitamos el dolor porque nos resulta desagradable sin comprender que lo necesitamos si lo que pretendemos es seguir vivos.
Si borramos todas las trabas que nuestros hijos puedan encontrar el camino, incluso si los salvamos de unas cuantas, los exponemos a un futuro incierto.
No sólo os aconsejo que no lo hagáis sino que os propongo que provoquéis tantos impedimentos como se os ocurran para poder observar y tutelar de manera controlada como los salvan.
Para mí, protegerlos en exceso es despreciarlos: Les quitamos descaradamente la oportunidad de superar obstáculos.
Un niño independiente dice: – ¡quiero agua! Cuando todavía no se sabe servir.
Un niño dependiente dice: – ¡tengo sed ¡
La próxima vez que el instinto os empuje a anticiparos, retroceder. Por su bien.
Jejeje muy bueno, pués es cierto que a veces los sobreprotegemos. Pero creo que eso también va a carácter del niño. Lo digo porqué yo tengo uno de cada, uno quiere agua y el otro tiene sed. Dependiendo de lo que quieren beber claro. Un beso