De los recuerdos más vívidos que tengo con mi yaya Antonia, los que aún me dan paz cuando los invoco, son justo los que sucedieron compartiendo las tareas más cotidianas.
En la cocina, sobre todo. Pero también limpiando de malas hierbas los rosales o doblando ropa entre cuentos, antiguas historias suyas y risas.
Como a ella, me encantan los niños. Heredé, aunque no es abuela de sangre, esta facilidad para conectar con los más pequeños. Pero no solo me parezco en eso, soy su copia literal en muchísimas cosas entre ellas, mi poca predisposición a sentarme com mis hijos a jugar por jugar. » Continuar leyendo «