Conozco una persona a quien, los gritos de las golondrinas, la transportan a un momento feo.
Le hacen revivir la escena en la que le comunican una tragedia familiar.
Cuando llega la primavera y las escucha, toda ella encoge. No le gustan.
A mí sí.
A mí me llevan al llano de la iglesia de Copons donde hago caminos de tierra con el dedo.
Me enseñan hormiguitas gigantes y las risas de otros niños cerca.
Cuando viene el buen tiempo y las escucho cruzando el cielo con tanta fuerza, me hacen tener seis años.
Los recuerdos tienen mucho que ver con nuestras emociones presentes.
Algunos los reconocemos, podemos saber el porqué, otros sólo somos capaces de sentirlos.
A veces creemos que son estados de ánimo y ya está pero en realidad son botones interruptores.
No está de más saberlo.
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