Alguien dijo: – A los niños hay que estimularlos.
Y los padres lo convertimos en dogma.
Ni tan siquiera esperamos a que nazcan: Musicoterapia, colorterapia, terapias mil. Porque “hay que estimularles”, debemos sacar el máximo partido a sus capacidades.
Los apuntaremos a Inglés ( o a Chino o a Árabe que ahora tienen mucha salida), informática y música, a ser posible, antes de que caminen. (Por no entrar en los deportes).
Luego, si vemos que en la guardería no avanzan con las matemáticas y la lectura, les pondremos un refuerzo o les taladraremos nosotros mismos para que empiecen la primaria multiplicando a dos cifras y leyendo del derecho y del revés, a poder ser.
Evitaremos que pasen más de 10 minutos entre actividades, porque, pobrecitos, borrachos de tanto estímulo, si se quedan SIN se ponen muy nerviosos, es comprensible. Lo necesitan porque les hemos “dilatado” el cerebro. ¿Si? ¿Porque sino? Siempre piden, más, más, más.
Y tan adoctrinados y convencidos estamos que les contagiamos y nos angustiamos terriblemente si no tenemos nada que ofrecerles. Nos volvemos locos para “suministrarles” sin darnos cuenta que NO hay mejor estímulo que NO dar estímulo.
¿De veras queremos estimularlos?
Bienvenido aburrimiento. Nada incita más a la creatividad (lo digo por experiencia).
No sé quien fue el propulsor del dogma pero estoy segura que lo interpretamos mal o se exageró.
Si me preguntan a mi, les diré que incluso los deberes deberían estar prohibidos en niños menores de 8 años y menos aún cuando eso les quita tiempo de juego (sin juegos o con juegos rudimentarios) que es su forma natural de aprender. Así es como aprenden lo que verdaderamente les es necesario aprender en esta edad.
Jugar tanto como sea posible y, sobretodo, aburrirse. Aburrirse mucho.
A veces me pregunto ¿que pretendemos en realidad? Respuesta compleja. (Escúchense)
A mi entender, tanto estímulo les deja huérfanos de ideas y a los padres nos obliga a depositar en ellos (los niños) demasiada atención. Demasiada. Creo, honestamente que, ambas cosas, no nos favorecen nada.
Dejen que los niños sean niños y olvídense de fabricar un súper humano utilizando el manual de la buena educación: No existe.
Mi humilde opinión.
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