La verdad es que no hice nada extraordinario para que mi segundo par aprendieran a dormirse solitos. Sin mi, me refiero.
Bueno, casi nada. Cuatro cosillas que os detallaré y una mas. Si. Una mas. En realidad en esta «más» si hice algo MUY diferente a lo que hice con los primeros: Les presté MENOS atención.
No los desatendí, no les dejé llorar sin consuelo, no los abandoné, no los ignoré. Solo pospuse quizás algunos pocos minutos mi presencia. Minutos y pocos.
Pero claro, me lo pude permitir. Me concedí ese permiso. Porqué en este momento no solo tenia a los bebés y ese detalle me eximia de la culpa. No era una “mala madre” sencillamente porqué si dejaba a unos era para atender a los otros y resulta que soy madre de todos. Visto Bueno.
Y oye, cuando una no da para más ¿sabes que pasa? Que el resto da con menos. Sin remordimientos, no hay lugar, y encima, con excelentes resultados.
Quizás porque con los mayores lo pasé tan mal (los dormía a brazos, a los 2, siestas incluidas) que cuando me acercaba a la cunita de los peques y los veía tan felices aun despiertos dando tumbos hasta dormirse, me embargaba la emoción.
No solo es posible sino que creo que así debería ser.
Os iré enumerando «esas cosillas» practicas de las que os hablaba a continuación. No lo hago ahora para no cargar demasiado y porqué pensé que la COSA de MÁS merecía el post entero.
Depende de ellos, si. Pero también depende mucho de nosotr@s.
Esta es mi gran conclusión.
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